lunes, 15 de abril de 2013

Cromatismo

Todo se hace pequeño, tú te haces pequeño, y el verde y el amarillo se mezclan con un blanco repentino para llegar a un intenso azul. Y de repente estás ahí, en mitad del todo y de la nada. En medio de dos desconocidos pensando si estarás a punto de entrar en un agujero de gusano y, con suerte, acabar en otra línea espacio-temporal en la que no te estés marchando sino volviendo.

Y en lo que deliras un rato con la ayuda de Mr. Auster, te preguntas tú también qué pasara cuando ya no queden páginas en el cuaderno rojo, o verde en este caso. ¿Empezar uno nuevo? ¿Hacer una continuación? ¿Quemarlo todo? Te da la tos de imaginar el humo (o porque tienes una médica inútil) y vuelves a la realidad y te das cuenta de que no ha habido agujero de gusano, que sigues yendo en la misma dirección y que todo se va haciendo grande, que ya no es azul, sino verde, amarillo y gris. 

Y tú también te pones gris (ojo, no confundir con los hombres grises). Y según te alejas de Londinium y tiras para la campiña esperando llegar a La Comarca, te vas poniendo gris oscuro, porque ahí no hay hobbits ni elfos ni na' de na'. Así cuando llegas a tu tan poco anhelado destino, estás más gris que el habitual cielo británico y, encima, sin mininos que te mimen un rato. 

Lo bueno del gris es que tiene muchos tonos intermedios y que puede variar constantemente, que lo mismo llueve y todo es de un gris oscuro, o hace una claridad extrañamente grisácea o que de un tono sucio, siempre puede salir Gandalf el Gris y hacer que todo vuelva a ser blanco.