domingo, 8 de junio de 2014

eXcepciones

Por todos es sabido ya lo poco que me gustan los franceses y sus costumbres (ah, esa maldita burocracia). Resulta curioso que muchos de los estereotipos que todos hemos oído alguna vez (que son bordes, que no tienen sentido del humor, que son bastante pijos en muchos aspectos...) son, en muchas ocasiones, ciertos.
Y resulta más curioso encontrarse a franceses -muchas veces hijos de inmigrantes de las antiguas colonias de francia; otras, franceses "de pura cepa"- que no soportan al resto de franceses y les oyes decir que son todos unos antipáticos y unos maleducados, y que "menos mal que los africanos somos mucho más majetes". Agradezco profundamente el  haberme encontrado con dos africanas  -como ellas mismas se denominan- y con una francesa que son excepciones a la norma general.

Una de las cosas que más me mosquea de esta gente es que no se molestan lo más mínimo en entender lo que les dices si no lo has pronunciado bien al 100%. Te miran con cara de idiotas, tú lo repites como buenamente puedes -a sabiendas de que, a pesar de que tu mensaje puede no estar expresado de la manera más correcta, está perfectamente claro- y ellos te siguen mirando como pez fuera del agua hasta que después de mucho te repiten ellos exactamente lo mismo que habías dicho tú, pero abriendo o cerrando la boca un milímetro más o menos. Eso es de ser gilipollas y ya está, porque no tiene otro nombre. Si un guiri está en Españistán (ojo cuidao con el ejemplo, en España ni más ni menos), a poco español que chapurree cualquiera le va a intentar ayudar, aunque sea gritando un poco. Aquí te entienden, pero no les sale de las pelotas sacarte del apuro. Son un encanto.

Luego te encuentras que vas a cualquier bar a tomar algo -y a empeñar un riñón para pagar- y los camareros no son especialmente simpáticos. Tienen ese aire de bordería disfrazada de cortesía, sobre todo, cuando ven que tú no eres uno de los suyos  y que tienes una acento diferente. Aunque aquí también he encontrado una excepción y media, y desde el viernes pasado tenemos nuevo bar y camarero favorito en tierras galas.

Pero la excepción que se lleva el premio esta semana es el señor que ayer, cuando no podía caminar más de las ampollas que tenía en los pies, paró su coche y nos llevó unos kilómetros hasta dejarnos en el último tramo del recorrido. Gracias señor francés, espero que le pase pronto algo bueno.