lunes, 15 de agosto de 2011

Tic-tac

A veces me gustaría que el tiempo pasara mucho más despacio. Como ayer. Como hoy. Ojalá las horas hubieran pasado lentamente. Ojalá se hubieran parado todos los relojes a las diez y media de la mañana. Porque a esa hora el perro de los vecinos había decidido dejar de ladrar, porque podía escuchar perfectamente la música de mi MP3 mientras veía cómo Frodo y Sam seguían adelante con su misión, y además el sol me calentaba la espalda.
Sin embargo, otras veces desearía que las horas durasen lo que dura un parpadeo y los días, un suspiro. Porque hay horas que se hacen muy largas. Porque sé que va a haber horas que se me hagan eternas aunque esté intentando estar entretenida. Pero es que es raro. Aunque no importa, porque, a pesar de que hay quien dice que no tengo paciencia, sé que tengo mucha y no me importa sentarme a esperar mientras juego a ser presidenta de no sé qué club con nombre de letras griegas y preparo el mazo para dar comienzo a la reunión.

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