domingo, 12 de junio de 2011

Apocalipsis

Recorrí la habitación con la mirada hasta que mis ojos se encontraron con un hacha oxidado con mango verde. Genial. Eso serviría. Aunque era más pesado de lo que parecía y mis flacuchos brazos necesitarían practicar un poco antes de poder asestar un golpe certero.
Me aflojé el cinturón de cuero marrón para poder sujetar con él el hacha y así poder llevarlo conmigo. Hay que estar preparada, me dije.
Seguí inspeccionando el apartamento, quizá hubiese algo de comida o algo que pudiera serme útil. En la cocina encontré un par de latas de melocotones en almíbar. Será un apocalipsis dulce, pensé. Guardé las latas en la mochila donde había ido almacenando lo que había encontrado en los apartamentos abandonados que había registrado durante los últimos días.
Miré el reloj y vi que aún era pronto así que decidí practicar mis "hachazos" sobre una puerta de madera. Los primeros intentos fueron como hechos por un niño pequeño, aunque después de un rato empecé a cogerle el tranquillo. ¡Vamos a partir las cabezas de esos malditos zombies!
Debía irme a buscar un sitio donde dormir antes de que anocheciera. Pero antes iba a encargarme de que nadie utilizara nada de lo que quedaba allí. Sí, soy así de egoísta. Así que reuní todos los objetos inflamables que encontré y los fui apilando y esparciendo por donde me pareció que causaría más daños. Después una simple cerilla encendida y el trabajo estaba terminado.
Me alejé sigilosamente. No quería estropear todo en el último momento y los zombies estarían al caer. El último pensamiento que cruzó mi mente antes de perder de vista las llamas fue que quizá, con un poco de suerte, incluso alguno terminara asado a la parrilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario