Otras veces, vomito las ideas después de pensarlo durante unos instantes (minutos, como mucho). Ésto es lo que sucede la mayor parte del tiempo. Pienso-hablo-pienso-hablo-pienso-hablo... durante el tiempo que haga falta, porque es verdad que hay veces (muchas) que no me callo ni debajo del agua, es algo que no puedo evitar; así como el día que no me apetece hablar, puedo estar horas con alguien sin abrir la boca. Suerte que también me gusta escuchar.
Y algunas veces, pienso tanto las cosas que nunca llego a decirlas. Son esas cosas que piensas durante mucho tiempo y cuantas más vueltas le das al asunto menos probabilidades hay de que digas lo que piensas algún día. Es algo que tengo que dejar de hacer y mi nuevo (y único, de momento) propósito de verano.
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