miércoles, 13 de julio de 2011

Ya lo decía mi abuela, "a palabras necias, oídos sordos. Que de necios está el mundo lleno, hija". Y qué razón tenía la mujer. Igual tendría que haberle hecho caso antes, pero es un refrán tan común que tampoco lo tuve mucho en cuenta. Pero según pasa el tiempo, al ver las cosas in retrospect, me he dado cuenta de que es terriblemente cierto: el mundo está lleno de gilipollas que se creen con todo el derecho del mundo a abrir su enorme bocaza y ponerse a rebuznar como si nada. Que yo estoy a favor de la libertad de expresión y tal, pero... ¿Dónde quedan el respeto y la educación? Algunos se preguntarán que qué es eso, claro. Es algo que ya está demodé, como un vestido de la temporada pasada. ¡Qué vergüenza de sociedad!
Nadie puede educar si no tiene educación. Nadie puede pedir respeto cuando no respeta nada. Y hasta que las cosas cambien, lo mejor es hacer como decía mi abuela, pasar olímpicamente de esos especímenes que se creen con derecho a opinar (por llamarlo de alguna manera) sobre los demás. Que hay mucho maestro Ciruela, que quiere enseñar y no tiene escuela.

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