lunes, 6 de junio de 2011

Relatos y otros cuentos II

Lo siguiente que vio al abrir los ojos fue un techo blanco del que soltaban destellos unos fluorescentes. Intentó moverse, pero su cuerpo estaba sujeto de alguna manera a lo que parecía una cama de hospital. Quiso hablar, pero al abrir la boca comprendió que su garganta no conseguiría emitir sonido alguno. Pensó que era probable que se hubiese quedado sordo, “no me sorprendería” se dijo a sí mismo. Sin embargo, en ese mismo instante, pudo comprobar que estaba equivocado.
--Vaya, vaya. El bello durmiente por fin ha despertado.––Keith intentó hablar de nuevo al reconocer la voz.–– No, amigo, no te molestes. No puedo decirte cuánto tiempo durarán los efectos, ya sabes como funciona esto. ––añadió entre risas mientras cerraba la puerta.


“¿Qué me han hecho esos locos?” se preguntaba silenciosamente, mientras intentaba levantarse de allí con todas sus fuerzas. Pero no consiguió moverse ni un ápice, ni si quiera pudo levantar la cabeza de la almohada. La angustia iba creciendo en su pecho hasta llegar a inundarlo. Quería gritar, saltar de esa cama y correr muy lejos de allí, pero en el fondo ya sabía que, una vez que se hubiera dejado cazar, no volvería a ser libre. [...]






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